miércoles, 17 de agosto de 2016

BORN AGAIN

Nuestro colaborador Lazarus analiza en su sección Llegando Tarde el insigne Born Again, el cómic por el que Frank Miller y David Mazzucchelli son y serán reconocidos "forever" como dos de los arquitectos de una nueva forma de entender el cómic, una que en los ochenta se tildó incluso de impulso revolucionario. Panini es el editor de esta magna obra en nuestro país.


Y al tercer día resucitó. Si, al tercer día de morir. Nos suena esta historia, ¿cierto? Nos suena y nos lleva a recordar tradiciones como la Semana Santa. El bueno murió y resucitó. Bueno, de eso vamos a hablar hoy.

El mito original fue tratado por varias personas que dieron testimonio de cómo un hombre de naturaleza divina, un salvador, fue traicionado por uno de sus más queridos discípulos después de hacer enfadar a mucha gente poderosa. Ese traidor era un tal Judas Iscariote. El traicionado fue arrastrado por todo un ciclo de torturas y penurias hasta que llegó el momento de su crucifixión y muerte. Y al pasar varios días resucitó ante el asombro de todos. Cabe decir que los poderes que lo condenaron no dieron respuesta de este hecho, y no les dio tiempo porque el interfecto acabó subiendo a los cielos.

Pero la historia paralela, Born Again, presume además de muchos otros elementos y entresijos. Esta historia no empieza en un pesebre, sino en un barrio de Nueva York llamado Hell’s Kitchen. Seguramente el barrio más podrido de la ciudad, lleno de marginalidad y delincuencia barata. El joven Matt Murdock observa como un anciano va a ser atropellado por un camión, y en un heroico acto salva a este hombre, pero algo impregna su cara en el proceso y le deja ciego, despertando como consecuencia una mayor sensibilidad sensorial así como un sentido del radar. Queda ciego, pero superdesarrolla los otros sentidos, logrando una baza a veces mucho mejor que su visión. Las circunstancias que rodeaban a los que idearon las historias de este personaje tampoco fueron fáciles.

Frank Miller empezaría a trabajar con el Diablo en 1979, año en el que realiza un crossover con el personaje en la serie de Spiderman. Daredevil se encontraba próximo a su cancelación. Su estilo, sus formas, las aventuras que lo conformaban, no gustaban al respetable. Esto se hizo más notorio cuando pasó de ser una serie semanal a una mensual, que en aquella época significaba que estaba a punto de desaparecer del mercado. Y, de nuevo, llegó Miller y las cosas cambiaron en cuanto se le dejó empezar a trabajar en el proyecto. Al principio tan solo era el dibujante, pero luego se convirtió también en su guionista. Pasó de ser una serie protagonizada por un super-héroe como podía serlo la del Capitán América o Spiderman a recibir influencias de la novela negra y del manga. El personaje volvió al ruedo, fuerte y acompañado de grandiosos personajes nuevos como Elektra, o redefiniendo otros personajes que ya estaban allí como El Gladiador. Incluso aparecieron nuevos y poderosos enemigos como La Mano (una de las mayores influencias del cómic japonés que aparecen en Daredevil). Bullseye volvió a estar en primera plana como enemigo de Daredevil, y Kingpin dejó de ser uno de los enemigos exclusivos de Spiderman. En este enemigo centraremos más adelante nuestra atención.

Después de tan tremenda etapa, Miller dejó de trabajar con Daredevil durante una buena temporada, pero cuando volvió a hacerlo, cuando creíamos que ya no podría hacerlo mejor, nos dio otra bofetada en la cara, y acompañado por Mazzucchelli creó otra miniserie. El guión era una revisión del clásico bíblico descrito más arriba. Judas traicionaba al protagonista y este sufría hasta el momento de su muerte. Pero aquí no había Judas. En esta ocasión el traidor se llamaba Karen Page y era secretaria y más tarde amante de Matt Murdock hasta que decidió pasarse al cine. Y ahí fue cuando las cosas se torcieron. Porque ahora Kingpin había sido rediseñado. Ahora se parecía más bien a un Poncio Pilatos malvado con todas las cuerdas de sus títeres cogidas entre sus dedos, y lo que le vendió Karen fue la identidad secreta de Daredevil para poder sustentar su vicio.

Así empieza Born Again, mostrando como paso a paso Matt Murdock intenta librarse del calvario que supone ver como todo se está desmoronando a su alrededor, sin ser capaz de encontrar explicación. Y cuando lo consigue ya es demasiado tarde, ha caído en la trampa.

Los elementos del Nuevo Testamento se encuentran muy presentes en estas páginas. En ellas aparece de todo: desde imágenes en las que el protagonista recuerda a un crucificado, hasta una imagen que rememora la Piedad o incluso el lanzazo de Longinus (bueno, de Turk, pero creo que da bien el pego). E incluso aparecen los apóstoles. De hecho, cada uno es más particular que el anterior, porque no olvidemos que aunque esta historia se parezca a la pasión de Cristo, estamos hablando de Daredevil… y también estamos hablando de Frank Miller. Los Cristos de Miller no son tan facilones como los que aparecen en la Biblia. La obra de Miller en general está marcada por la marginalidad y por la delincuencia. Y también por la violencia. Así pues, sus emisarios, sus apóstoles, también van a sufrir un renacimiento. Melvin Potter, Karen Page, Foggy Nelson, Ben Urich. El caso de Urich es incluso más relevante, porque niega varias veces a Murdock antes de ser capaz de reaccionar. Y por supuesto, también podemos encontrarnos a los romanos. Los romanos de esta miniserie son los criminales comandados por Kingpin, que en un arranque de odio sin precedentes, quizá más bien dominado por el miedo, envía una amenaza lo suficientemente poderosa como para que en el relato aparezcan los mismísimos Vengadores.

El trabajo en el guión es brillante: diría que nos encontramos con uno de los mejores Millers de toda su carrera. Todo, desde la disposición de planos hasta las escenas de acción, pasando por las expresiones, nos remiten al drama de la pasión. Al igual que ocurre en el manga, el autor señala los rasgos ensombrecidos en el rostro de aquellos que están al límite de sus fuerzas (el tratamiento de los ojos en las obras de Miller siempre es sensacional). Es una obra también muy marcada por los años ochenta, con momentos de violencia durante la acción, sin censurar el hecho de que los villanos maten sin piedad o necesidad de algún motivo. Al fin y al cabo son villanos, ¿no es cierto? No hermanitas de la caridad. Miller también se las arregla para demostrar que los buenos tienen luces y sombras.

El dibujo de Mazzucchelli es digno de mención. Es muy serio. En el cómic de la época se estaba abandonando la ambientación de colores llamativos y los dibujos narraban la escena de forma rompedora, por lo que los dibujantes empezaron a sustituir sus fondos por escenarios más creíbles. En esta obra casi todos tienen una apariencia desabrida. La mayoría parecen reales. Y el coloreado también resulta decisivo, ya que la paleta de colores, cercana a lo apagado, a los colores oscuros, las sombras marcadas y los marrones, consigue que el propio entorno dé mayor expresividad a la obra. En un mundo en el que lo que más importaba demasiadas veces era lo simbólico de los dibujos, nos encontramos ante una revolución del color y la expresividad. La apariencia de la obra no es excesivamente oscura ni tampoco sufre de la suficiente clarifidad. Ni más ni menos es como tiene que ser.

Antes de concretar Born Again, ambos autores colaboraron en el número 226 de Daredevil titulado Guerreros, que también aparece en la edición Deluxe de la obra reeditada por Panini Comics. El número es relevante y deja ver cómo se encuentra Matt Murdock emocionalmente antes de los hechos narrados en Born Again. También nos informa acerca de la reciente situación que atraviesa Melvin Potter, el Gladiador. Y nos muestra lo cerca del final que está la relación del protagonista con Glorianna.

En resumen, nos encontramos con una de las obras más increíbles del cómic americano de super-héroes. Un guión excelentemente trabajado, con personajes bien definidos y un dibujo y coloreado que funcionan como ejemplo de lo que debería ser habitual en el mundo del cómic en general.

Porque un guionista sin complejos es un guionista sin miedo. 

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