miércoles, 9 de marzo de 2016

BATMAN HACIENDO EL IMBÉCIL



Artículo de Frog2000 para el facebook de Gotham Central.

Entierra en tu memoria la habitual silueta del héroe recortada a contraluz que domina la ciudad mientras los ciudadanos miran entre atemorizados y agradecidos hacia el oscuro cielo por encima de sus cabezas para observar cómo su protector se lanza a despachar el último problema de super-terrorismo que atenaza Gotham. Aquí hemos venido a carcajearnos. En los sesenta, concretamente en 1966, unos avispados productores de la ABC estadounidense se dieron cuenta de que no necesitaban grandes presupuestos para presentar en la pequeña pantalla una serie que convertiría en adictos a los más pequeños de la casa (y también a algunos padres, aunque ellos no lo confesarían ni bajo tortura.) Después de escoger entre una miríada de actores dieron con el guapetón Adam West para el papel de Batman y con Burt Ward como Robin (el avatar en el que supuestamente los lectores de la colección se proyectaban, una mentira como otra cualquiera, ya que todos querían ser el murciélago y no ese endeble petirrojo) y se dispusieron a plasmar las historias de los tebeos en imagen real. Lo primero que hicieron fue eliminar todo lo que supusiera elaborados y costosos efectos especiales, como esos estúpidos alienígenas de otros mundos con los que se topaban Bruce Wayne y su colega en las delirantes historias que, cúlpale a la censura impuesta por el Comics Code Authority, barrenaron el concepto primigenio de amenazante vengador y que habían convertido al personaje en algo más intimidante aún por culpa de unas historias que rozaban la demencia, con guiones realizados deprisa y corriendo por escritores profesionales del comic book que se las veían y deseaban para hacer que la entrega mensual fuese lo más inocua posible, por lo que mandaban a sus caracteres al espacio y los enfrentaban con venusianos de color rosa en entornos fluorescentes o convertían al personaje principal en el Batman Arco Iris (Grant Morrison disfrutó con esta etapa como un niño), o incluso hicieron que se enfrentase a gorilas parlantes gigantes que reivindicaban los derechos que los gothamitas les negaban de forma inmisericorde. Visto con el cínico filtro que gastamos en la actualidad, estas historias parecen estar elucubradas bajo el influjo de potentes, potentísimas drogas.

En la serie de TV ocurría lo mismo, pero con menos dinero. Y el concepto de un Batman y un Robin "fofisanos" triunfó a lo grande, haciendo que se vendieran productos con el símbolo del héroe-quiróptero por doquier. Finalmente se llegaron a verter 120 episodios divididos en tres temporadas y una película sobre las retinas de los espectadores. Todos ellos episodios fantásticos repletos de locuras de opereta, uniformes y platós dejados de la mano de dios, diálogos de besugos, material de derribo con el que se construían los escenarios y conceptos recortados de otras series más sesudas que encajaban como un guante (¡el bat-repelente para tiburones! ¡chúpate esa, James Bond!) en una serie donde la mesura se había tirado por la borda. Los primeros hippies se vieron influidos por este desfile de "malosos de tebeo" (espero que sea de aquí de donde sale el dichoso epíteto), donde el Joker o el Pingüino daban más risa que pavor, mientras que las féminas que aparecían en pantalla, algo que siempre se ha cuidado en todas estos productos tan "camp", eran lo más sexy que se podía tirar a la cara el espectador medio americano. 

La serie sigue siendo recordada hoy en día gracias a su chillona irreverencia, y cualquiera que la visione por primera vez corre el peligro de darse cuenta de lo importantísimo que es no dejar nunca de lado el humor (a veces en las series de Batman dicho elemento sólo está cubierto cuando aparece el Joker) mientras se esfuerza para que no se le desencaje la mandíbula ante tanta imbecilidad bien entendida. Jonathan Case y Jeff Parker (con refrescantes portadas de Michael Allred) reivindicaron este universo alternativo en su Batman ´66, mientras que los que quieran ver más bailes al estilo batusi como los que se marcan nuestros héroes en algún episodio, existe un genial documental de revival titulado "Holy Batmania!" en el que Ward y West siguen haciendo el cabra. Aquí encima os hemos dejado nuestra escena favorita de toda la serie (y eso que hay incontables ejemplos de mal gusto y carcajada en todos y cada uno de los capítulos), una que ejemplifica mejor que cualquier otra cosa el famoso dicho "debe ser vista para ser creída".

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