Nuestro colaborador Lazarus analiza en su sección Llegando Tarde la serie limitada Elektra Asesina, tebeo realizado por Frank Miller y Bill Sienkiewicz en los ochenta donde la irreverencia y el espíritu más destructivo vertebran la obra. Panini es el editor en nuestro país.
La violencia parece una constante en las obras de Frank Miller. Entre los múltiples factores que apoyan esta teoría hay uno importantísimo, y es que el reconocido autor fue atracado varias veces en su juventud. El centro de Nueva York, que podría haber sido un lugar seguro, en los setenta casi era un nido de serpientes (aunque estemos hablando de una de las ciudades del primer mundo.) Y en este ambiente sombrío pero real, Frank Miller enmarcó varias de sus obras. Desde Daredevil hasta Sin City, pasando por Dark Knight Returns, Ronin, y demás. Y ese es el motivo de que muchas de sus obras sean, en comparación con otros autores quizá más centrados en señalar otro tipo de cosas, muchísimo más violentas y aparezcan repletas de delincuencia. Las obras de Alan Moore, por ejemplo, con violencia o sin ella, son mucho más sosegadas, más reflexivas. Los personajes de este último sopesarían de una forma más humana la situación en la que se encuentran. En cambio, bajo la pluma de Miller sabemos cómo van a reaccionar: dejadles un arma. El resto parecerá fácil.
La violencia parece una constante en las obras de Frank Miller. Entre los múltiples factores que apoyan esta teoría hay uno importantísimo, y es que el reconocido autor fue atracado varias veces en su juventud. El centro de Nueva York, que podría haber sido un lugar seguro, en los setenta casi era un nido de serpientes (aunque estemos hablando de una de las ciudades del primer mundo.) Y en este ambiente sombrío pero real, Frank Miller enmarcó varias de sus obras. Desde Daredevil hasta Sin City, pasando por Dark Knight Returns, Ronin, y demás. Y ese es el motivo de que muchas de sus obras sean, en comparación con otros autores quizá más centrados en señalar otro tipo de cosas, muchísimo más violentas y aparezcan repletas de delincuencia. Las obras de Alan Moore, por ejemplo, con violencia o sin ella, son mucho más sosegadas, más reflexivas. Los personajes de este último sopesarían de una forma más humana la situación en la que se encuentran. En cambio, bajo la pluma de Miller sabemos cómo van a reaccionar: dejadles un arma. El resto parecerá fácil.
Elektra nació en las páginas de Daredevil de la mano de
Frank Miller. Pero en aquella época las cosas eran muchísimo más agradables. O
al menos así lo parecían. La Elektra que todos conocemos había nacido demasiado
acomodada. Su pasado no encajaba con el personaje. Y había algo que no sabíamos relacionado con un grupo de ninjas llamados La Mano. Pero claro,
Elektra terminó muriendo, y a pesar de que era recordada, de que sus enemigos
aún seguían en pie y luchaban contra Daredevil, Elektra era un añadido más de
la historia.
Año 1986. Posiblemente la fecha clave en la revolución de
los guionistas del cómic americano. Frank Miller y Bill Sienkiewicz se ponen
manos a la obra. Ahora Elektra tenía un pasado, una vida y multitud de
posibilidades narrativas. Porque los años 80 habían abierto las puertas de la
violencia y de la acción gratuita. Y de hecho la obra tiene ambos elementos a
raudales. Esta es una obra que nos habla de tres temas fundamentalmente: la
política, el mundo del manga, y el cine cyberpunk. El espíritu de los ochenta.
La política impregna estas páginas. Pero ojo, se ofrece una
visión nada cerrada y (al menos en esta obra) las inclinaciones políticas de
Miller no delatan un posicionamiento claro. Las dos figuras que aparecen
haciendo campaña son sin duda parodias de Reagan y Mondale. Y repiten actitudes
que mostraron en sus campañas pero llevadas hasta lo satírico. Se nos habla
también del conflicto nuclear, del famoso botón rojo, de que si uno tiene el
valor de presionarlo, que si el otro también lo hará o dejará de hacerlo
mientras el otro no… el que me diga que esto no es política, que por favor vaya
graduándose las gafas o que se consiga unas nuevas.
El mundo del manga queda reflejado en las formas y en los
principales enemigos. Y es que aquí los ninjas pueden aparecer por cualquier
parte acechando en las sombras para asestar el golpe mortal. Elektra es una ninja.
Es la contrapartida al mundo tecnológico que trata de enfrentarla. Es
esotérica, humana, consciente de su condición y de la de los demás, no utiliza la tecnología más que de forma ocasional (excepto por todo lo que utiliza a Garret), e incluso es capaz de desafiarla
abiertamente. Y eso por no mencionar los planos elegidos en los dibujos, muchos
de ellos parecen sacados directamente de los manga. Hay escenas en las que directamente Elektra sonríe antes
de asestar el golpe mortal. Y en cuanto a las técnicas empleadas por La Mano,
el diseño de La Bestia, los mitos que utiliza la propia Elektra para mostrar su
pasado, son más propios de Japón que de Estados Unidos.
En cuanto al entorno cyberpunk no tenemos más que fijarnos en
Optecex, la empresa que posee los diseños de Garret y de Perry, que son
eminentemente Cyborgs. Y aquí es donde aparecen los elementos más ochenteros.
Muchas de los viñetas de la obra son grabaciones, y en ellas tan
solo aparecen imágenes junto a los textos. Televisión. Tecnología. Cyborgs.
Armas descomunales. Todos ellos son elementos propios de la época, pero hay
algo más. La actitud. Incluso en Elektra, esa actitud cyberpunk que puede
encontrarse en plan Live Fast, Die Hard. Ella parece ir por delante del resto.
Se mueve rápido, actúa violentamente.
El guión es pura acción y drama ochentero, pero no sería ni la mitad
de lo maravilloso que es si no fuese por el trabajo de Sienkiewicz. Mezclando
acuarelas con “collage” y con mimeografía, hace lo que quiere con las diversas
técnicas de dibujo consiguiendo un resultado espectacular. En mi opinión el
primer capítulo donde se relata la infancia y adolescencia de Elektra destaca
un montón por los continuos cambia en el estilo de dibujo, dependiendo de
cómo afecte el mismo a los recuerdos de la protagonista.
Y capítulo aparte merece el lenguaje. Aquí no se escatima en
insultos cuando la ocasión lo requiere. Porque se diga lo que se diga no se
puede considerar que una obra sea adulta si no tiene un lenguaje adulto. Y aquí
se hace uso del mismo.
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