lunes, 30 de noviembre de 2015

IMAGE Y LOS COMIENZOS DE CHEW


Ahora que Planeta DeAgostini edita el décimo tomo de la alocada serie de John Layman y Rob Guilloroy, es un buen momento para rescatar este artículo de Félix Frog2000 realizado para el facebook de Gotham Central.

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En realidad, los triunfos conseguidos por la Revolución Image de los noventa fueron escasos. A pesar de los brillitos en las portadas, las historias hiper-cinéticas, y los diseños de los personajes que entonces nos parecían a la última y que ahora se revelan como completamente aparatosos, el resultado tan solo arrojó como saldo positivo las colecciones de Maxx y Savage Dragon (que paradójicamente nunca ha conseguido abrirse nicho de mercado en España), algunos números de Spawn, especialmente cuando se ocupaba de ellos alguien que no fuese también el que los dibujaba, las colaboraciones de Alan Moore y Chris Claremont en WildCATS y la bravuconería de la que hacían gala en los medios especializados los fundadores de la editorial, en concreto Rob Liefeld y Todd McFarlane, que sabían tocar estupendamente las narices a las editoriales competidoras Marvel y DC, y no sólo con palabras, sino con hechos, ya que en muchos casos lograron hacerse con los servicios de los dibujantes más relevantes de dichas editoriales a golpe de chequera.

Pero a finales de los noventa y principios de los dos miles, la editorial estaba achicando agua, a punto de hundirse, y excepto por algunos destellos aquí y allá (como los extremadamente vanguardistas WildCATS de Joe Casey) no había mucho donde rascar hasta que Warren Ellis desembarcó con su segunda revolución bajo el brazo: The Authority y Planetary, trayéndose también el concepto a la editorial de las miniseries y series realizadas por autores de renombre y dibujantes de alcurnia que podían hacer literalmente lo que les diera la gana. Fue la primera baldosa en el camino dorado que se ha ido labrando la editorial desde entonces y que tantos frutos de primera lleva ofreciéndonos en el último lustro. Si queremos buscar cómics modernos donde los guionistas más famosos nos presenten algo diferente, dejando aparcadas las zarandajas de la continuidad de otros Universos, entonces tenemos que buscar aquí. Pero esta nueva y diferente Image también ha sabido cultivar pacientemente las semillas que germinarían espectacularmente en el futuro y ha decidido apostar por autores desconocidos o que directamente provienen del campo de la auto-edición. El mismísimo Robert Kirkman era un don nadie cuando empezó con su concepto de Los Muertos Vivientes y mírale ahora, se ha convertido en un auténtico Rey Midas con sus Invencibles, Hombres Lobos, Parias, etcétera, mientras que las series que apadrina tampoco están nada mal, como sabrá cualquiera que se haya devorado la sólida Ladrón de Ladrones o Witch Doctor, una colección que por fin hace uso del terror con agallas y sin que nos dé la impresión de que el autor sufre un coma cerebral.

La lista es larga, pero no se puede dejar de recomendar las innumerables series de Jonathan Hickman, no nos podemos olvidar de los Prophet o Glory reinventados, ni de otra excelsa saga que por ahora se ha truncado tristemente, me refiero a El Mago de Oz de Eric Shannower y Skottie Young, que lograron finalizar siete versiones de las catorce novelas originales. Tampoco podemos dejar de lado a uno de los títulos que están presentando ideas como si nunca se hubiesen pensado antes: CHEW. 

En Chew nos encontramos con una trama policíaca peculiar, protagonizada por un Cibópata, un tipo que es capaz de recibir impresiones sobre la procedencia de la comida que se está zampando. Dicho así no suena demasiado espectacular, pero si metes en la ecuación una conspiración a escala norteamericana donde el Gobierno de EEUU ha prohibido el consumo de pollo (generándose a continuación un mercado negro para la gente que no puede pasarse sin su ración de nuggets diaria), otros personajes tan atractivos como los diversos jefazos del protagonista, cabronazos con oscuros secretos que se van desvelando morosamente, y un dibujo humorístico que coge soltura y experiencia en cada tomo, tenemos entre manos una de las colecciones de Image más recomendables.

El primer número del primer tomo (Planeta recoge la colección por sagas y acaba de publicar el noveno volumen) me dejó frío. En mi opinión le faltaba algo más para que la repulsa que en determinados te puede sobrevenir al leer las auténticas pruebas de fe por las que tiene que pasar nuestro Cibópata favorito, Tony Chu, (porque recordemos que en determinadas culturas el ser humano también es comida) te enganche, para que su historia diferente te atrape, pero seguí leyendo y la serie me empezó a gustar tanto como cualquier menú casero, aunque no sabía bien por qué. Tenía un toque diferente pero no sabía discernir cuál era hasta que de repente crucé pensamientos y me acordé de que no hacía mucho que me había leído “En Costas Extrañas” de Tim Powers, lo que me llevó inmediatamente a pensar en Monkey Island, que se basa en parte en dicha novela (y en la atracción de Piratas del Caribe de la DisneyWorld de los ochenta, pero esa es otra historia), lo que me trajo de vuelta hasta Chew.

Tanto el guión de John Layman como el dibujo de Rob Guillory tienen el toque de humor indolente y ácido que denota inteligencia, sin que nunca termine por convertirse en algo mugriento, y que cualquiera que haya jugado con el famoso juego de Lucas Arts (antigua propiedad de George Lucas) puede disfrutar. En Chew se cuentan cosas asquerosas pero nunca repugnan porque el dibujo se encarga de amortiguar lo más deleznable que se nos está contando (como cuando el héroe tiene que comerse un trozo de perro medio podrido para captar cierta imagen del pasado). Además, el guionista mide con metrónomo cuándo tiene que meter escenas explicativas de la investigación policíaca, la parte más aburrida del género negro, por lo manidas que resultan, y cuándo ha de incluir acción y situaciones peculiares que nos hagan querer seguir leyendo como posesos. La intrigante trama conspirativa de fondo evita que la serie se convierta en una cadena de anécdotas sin demasiada relación entre sí, amalgamando todas las diferentes aventuras y convenciéndonos de que lo que ocurre a lo largo de las páginas de Chew tiene importancia en cuando al desarrollo y la evolución de la colección. 

Chew es una serie que no es realista porque no le hace falta, funciona mejor como una parodia de Estados Unidos y de todos esos elementos extraños (¿por qué hace esas cosas tan raras mi Gobierno?) que en este primer cuarto de Siglo cada vez nos parecen más reales y menos una conspiración ideada por la mente calenturienta de algún tarado (que igual en el fondo tenía razón). En cuanto te familiarices con el dibujo y con el guión, que aunque no son convencionales, sí que mantienen cierto canon mainstream que le resultará cómodo a cualquier lector, empezarás a disfrutar con una de las series de Image más longevas (allí lleva más de cuarenta números) y diferentes que ha producido el país de la hamburguesa y la tarta de manzana.

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